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lunes, 30 de julio de 2012
SALUD SEXUAL
fuente:vidaysalud.com
jueves, 7 de junio de 2012
SALUD SEXUAL
¿Crees que lo sabes todo sobre el sexo?
A veces puedes tener ideas erróneas o, simplemente, desconocer o no estar consciente del peligro que corres al involucrarte en una actividad tan placentera como ésta. El descuido o la ignorancia no te libran del riesgo, al contrario. Por eso, para que puedas evitarlo, he aquí 6 puntos que cualquier persona que es sexualmente activa debe tener bien en claro. El sexo es uno de los placeres más agradables que además brinda varios beneficios para la salud, como mejorar el estado de ánimo y la autoestima, disminuir el estrés y ayudar a mantener el corazón sano. Sin embargo, como las dos caras de una misma moneda, el sexo también tiene consecuencias, riesgos y peligros, que a veces hasta pueden comprometer tu vida. Por eso es importante que practiques sexo seguro y responsable, en todas las etapas de tu vida. ¿Crees que sabes todo sobre el sexo seguro? Pues sigue leyendo estos 6 puntos que cualquier persona que es sexualmente activa debe tener bien en claro. Compruébalo tú mismo(a).
1. ¿Crees que el mejor método para prevenir el embarazo son las píldoras anticonceptivas que toman las mujeres o los condones que usan los varones? Pues no es así. Si bien esas dos son de las más efectivas, existen otras formas de evitar el embarazo, hay parches, inyecciones, el dispositivo intrauterino hormonal (DIU) y otras. Todas con sus ventajas, sus desventajas y sus riesgos. Si tienes dudas, consulta con un especialista sobre cuál es el método más apropiado para ti, de acuerdo a tus prácticas sexuales.
2. ¿Crees que los anticonceptivos de emergencia son suficientes para cuidarse del embarazo no deseado? Presta atención. Si bien estos métodos pueden ser eficaces ante un “accidente” si se usan de manera apropiada, no hay que abusar de ellos ya que han sido desarrollados, como su nombre lo indica, para situaciones “de emergencia”.
3. ¿Crees que si tomas pastillas anticonceptivas para evitar el embarazo también te estás protegiendo contra las enfermedades venéreas o las enfermedades de transmisión sexual (ETS)? ¡Ten cuidado! Las pastillas anticonceptivas no impiden el contagio de las ETS. En este caso, el mejor método es usar condones de manera correcta y practicar sexo seguro.
4. ¿Crees que no es posible el contagio de las ETS practicando sexo oral? Empieza a cuidarte. Tanto el dar como el recibir sexo oral son formas en que se puede transmitir o contagiar una enfermedad de transmisión sexual. La mayoría de las ETS son causadas por virus o bacterias que entran al cuerpo por cortes diminutos en la piel o a través de las mucosas durante las relaciones sexuales. Por eso, es posible que contraigas alguna ETS en cualquier tipo de actividad sexual, ya sea oral, vaginal o anal.
5. ¿Crees que sólo las parejas homosexuales están en riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS)? Eso es un prejuicio absolutamente infundado. Como mencioné en el punto anterior, puedes contraer una enfermedad venérea (ETS) en cualquier tipo de actividad sexual, ya sea oral, vaginal o anal, sin importar si tu pareja es de tu mismo sexo o del opuesto.
6. ¿Crees que sólo los jóvenes y los adolescentes deben de preocuparse de las enfermedades de transmisión sexual (ETS)? No te fíes. Aún cuando hayas superado los 50, no estás exento de contagiarte. ¿Sabías que se estima que el 16 por ciento de los casos nuevos de VIH/SIDA registrados en Estados Unidos corresponden a adultos mayores de 50 años y que el 25 por ciento de las personas que viven con esta enfermedad también han superado esa edad? El VIH/SIDA es sólo una de las ETS que pueden afectar a los jóvenes y a los adultos. El espectro es muy amplio y abarca desde el herpes genital, hasta la hepatitis y el VIH/SIDA, pasando por la gonorrea, la clamidia y la sífilis, y la lista continúa.
Por eso, no importa la edad que tengas, ya sea que quieras evitar un embarazo no deseado o no, es vital que practiques el sexo seguro y responsable. ¿De qué manera? Mantén relaciones sexuales sólo con otra persona que no esté infectada, que sólo tenga sexo contigo y que no use drogas intravenosas (inyectables). Si no tienes una pareja estable o si tienes dudas de si tu pareja tienen alguna ETS o relaciones sexuales con alguien más, siempre usa condones.
Si eres mujer y tu pareja se rehúsa a usar un condón, usa un condón para mujeres. No son tan efectivos como los de los hombres, pero ofrecen cierta protección. No dejes que la sangre, el semen, la orina, el flujo vaginal o la materia fecal de nadie penetre en tu ano, tu vagina o en tu boca. Habla honestamente con tu pareja sobre tus prácticas sexuales, tus deseos y tus temores (más aún si sabes que tienes alguna ETS), no para presionar al otro sino para que ambos puedan elegir el mejor modo de cuidarse.
Por último, recuerda que la única manera de evitar tanto el embarazo como el contagio de alguna ETS es la abstinencia. Sin embargo, la idea no es que te prives del sexo, sino que puedas disfrutar de él sin correr peligro. Con todas estas cosas en mente, ya estás preparado(a) para vivir una vida sexual activa más segura e igualmente placentera.
fuente:vidaysalud.com
A veces puedes tener ideas erróneas o, simplemente, desconocer o no estar consciente del peligro que corres al involucrarte en una actividad tan placentera como ésta. El descuido o la ignorancia no te libran del riesgo, al contrario. Por eso, para que puedas evitarlo, he aquí 6 puntos que cualquier persona que es sexualmente activa debe tener bien en claro. El sexo es uno de los placeres más agradables que además brinda varios beneficios para la salud, como mejorar el estado de ánimo y la autoestima, disminuir el estrés y ayudar a mantener el corazón sano. Sin embargo, como las dos caras de una misma moneda, el sexo también tiene consecuencias, riesgos y peligros, que a veces hasta pueden comprometer tu vida. Por eso es importante que practiques sexo seguro y responsable, en todas las etapas de tu vida. ¿Crees que sabes todo sobre el sexo seguro? Pues sigue leyendo estos 6 puntos que cualquier persona que es sexualmente activa debe tener bien en claro. Compruébalo tú mismo(a).
1. ¿Crees que el mejor método para prevenir el embarazo son las píldoras anticonceptivas que toman las mujeres o los condones que usan los varones? Pues no es así. Si bien esas dos son de las más efectivas, existen otras formas de evitar el embarazo, hay parches, inyecciones, el dispositivo intrauterino hormonal (DIU) y otras. Todas con sus ventajas, sus desventajas y sus riesgos. Si tienes dudas, consulta con un especialista sobre cuál es el método más apropiado para ti, de acuerdo a tus prácticas sexuales.
2. ¿Crees que los anticonceptivos de emergencia son suficientes para cuidarse del embarazo no deseado? Presta atención. Si bien estos métodos pueden ser eficaces ante un “accidente” si se usan de manera apropiada, no hay que abusar de ellos ya que han sido desarrollados, como su nombre lo indica, para situaciones “de emergencia”.
3. ¿Crees que si tomas pastillas anticonceptivas para evitar el embarazo también te estás protegiendo contra las enfermedades venéreas o las enfermedades de transmisión sexual (ETS)? ¡Ten cuidado! Las pastillas anticonceptivas no impiden el contagio de las ETS. En este caso, el mejor método es usar condones de manera correcta y practicar sexo seguro.
4. ¿Crees que no es posible el contagio de las ETS practicando sexo oral? Empieza a cuidarte. Tanto el dar como el recibir sexo oral son formas en que se puede transmitir o contagiar una enfermedad de transmisión sexual. La mayoría de las ETS son causadas por virus o bacterias que entran al cuerpo por cortes diminutos en la piel o a través de las mucosas durante las relaciones sexuales. Por eso, es posible que contraigas alguna ETS en cualquier tipo de actividad sexual, ya sea oral, vaginal o anal.
5. ¿Crees que sólo las parejas homosexuales están en riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS)? Eso es un prejuicio absolutamente infundado. Como mencioné en el punto anterior, puedes contraer una enfermedad venérea (ETS) en cualquier tipo de actividad sexual, ya sea oral, vaginal o anal, sin importar si tu pareja es de tu mismo sexo o del opuesto.
6. ¿Crees que sólo los jóvenes y los adolescentes deben de preocuparse de las enfermedades de transmisión sexual (ETS)? No te fíes. Aún cuando hayas superado los 50, no estás exento de contagiarte. ¿Sabías que se estima que el 16 por ciento de los casos nuevos de VIH/SIDA registrados en Estados Unidos corresponden a adultos mayores de 50 años y que el 25 por ciento de las personas que viven con esta enfermedad también han superado esa edad? El VIH/SIDA es sólo una de las ETS que pueden afectar a los jóvenes y a los adultos. El espectro es muy amplio y abarca desde el herpes genital, hasta la hepatitis y el VIH/SIDA, pasando por la gonorrea, la clamidia y la sífilis, y la lista continúa.
Por eso, no importa la edad que tengas, ya sea que quieras evitar un embarazo no deseado o no, es vital que practiques el sexo seguro y responsable. ¿De qué manera? Mantén relaciones sexuales sólo con otra persona que no esté infectada, que sólo tenga sexo contigo y que no use drogas intravenosas (inyectables). Si no tienes una pareja estable o si tienes dudas de si tu pareja tienen alguna ETS o relaciones sexuales con alguien más, siempre usa condones.
Si eres mujer y tu pareja se rehúsa a usar un condón, usa un condón para mujeres. No son tan efectivos como los de los hombres, pero ofrecen cierta protección. No dejes que la sangre, el semen, la orina, el flujo vaginal o la materia fecal de nadie penetre en tu ano, tu vagina o en tu boca. Habla honestamente con tu pareja sobre tus prácticas sexuales, tus deseos y tus temores (más aún si sabes que tienes alguna ETS), no para presionar al otro sino para que ambos puedan elegir el mejor modo de cuidarse.
Por último, recuerda que la única manera de evitar tanto el embarazo como el contagio de alguna ETS es la abstinencia. Sin embargo, la idea no es que te prives del sexo, sino que puedas disfrutar de él sin correr peligro. Con todas estas cosas en mente, ya estás preparado(a) para vivir una vida sexual activa más segura e igualmente placentera.
fuente:vidaysalud.com
viernes, 27 de abril de 2012
SALUD SEXUAL DURANTE LA MENOPAUSIA
En la antigüedad, los alquimistas persiguieron algunas quimeras como la transmutación de metales corrientes en oro o la búsqueda de la piedra filosofal, con la que lograr la vida eterna. También la ciencia persigue una quimera cuando, a través de la química, pretende lograr un producto que administrado a las mujeres les despierte el apetito sexual y las haga más receptivas y voluptuosas a los requerimientos de sus parejas y de forma permanente y, lo que es más difícil aún, a través de toda la vida.
Esta búsqueda se ha incrementado con más ahínco si cabe a partir de los buenos resultados obtenidos con Sildenafilo (Viagra®) en los trastornos de erección en el hombre, lo que ahora llamamos disfunción eréctil. Recientemente se ha presentado en el Congreso Europeo de Medicina Sexual celebrado en Lyon (Francia) un producto cuyo principio activo es Flibanserina y que dicen mejora la pérdida de deseo sexual femenino. Se espera poder comercializarla en Europa para 2013, aproximadamente. Según explica John M. Thorp Jr., responsable de estos estudios, ellos fueron los primeros en evaluar una terapia que funcionara a nivel cerebral para aumentar la libido en mujeres con bajo deseo sexual. “La Flibanserina era un mal antidepresivo, sin embargo, se observó que aumentaba la libido en animales de laboratorio y seres humanos. Por ello realizamos múltiples ensayos clínicos y las mujeres de nuestros estudios que lo tomaron por un deseo sexual bajo decían sentir mejoras y experiencias sexuales satisfactorias”.
Es un fármaco que hay que consumir durante tiempo para notar sus efectos. Hasta la cuarta semana no logra superar un poco a los placebos y sólo transcurridos seis meses se hace más patente la mejoría. No se han estudiado sus efectos en la población que está más afectada: las mujeres menopáusicas. En estas condiciones, podemos esperar que será difícil lograr que las mujeres persistan en el consumo diario con efectos tan poco inmediatos.
Ambos son productos hallados por casualidad, es decir, como consecuencias no buscadas. Sildenafilo es una molécula que intentaba mejorar problemas coronarios y acabó modulando los mecanismos íntimos de la erección masculina. Flibanserina también se estudió hace tiempo como antidepresivo y asimismo falló, pero se detectó que actuaba sobre el sistema nervioso central y mejoraba aspectos psicológicos claves en la sexualidad de las mujeres.
Existe una gran diferencia entre estas dos deficiencias que perturban la sexualidad humana. La erección en el hombre es un problema hidraúlico, siempre y cuando, previamente, exista deseo y apetencia. Sildenafilo (y sus seguidores, más eficaces y seguros, Tadalafilo y Vardenafilo) no son afrodisiacos; no producen ni incrementan la apetencia sexual. Tan es así que los más beneficiados han sido los hombres jóvenes, víctimas de una lesión medular, pero que mantienen un potente deseo sexual; con todos ellos se consigue una erección casi normal. Sin embargo, se muestran poco efectivos, por otra parte, en aquellos hombres que a pesar de tener una integridad anatómica normal, carecen, por las razones que fueren, de apetencia sexual.
SALUD SEXUAL TRAS LA MENOPAUSIA.
En el llamado trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH) que afecta en nuestra sociedad a un significativo porcentaje de mujeres especialmente tras la menopausia, el problema no consiste en ninguna alteración anatómica o funcional sino en la inapetencia y aún rechazo de la actividad sexual, que condiciona (no debemos olvidarlo para no medicalizar en exceso situaciones aceptadas…) alteración o merma de la calidad de vida de la afecta. Se produce una verdadera des-erotización más o menos aguda del pensamiento femenino que las mujeres compendian con la sencilla expresión de: “no tengo ganas”. Sintetizando la cualidad de ambos problemas cabría decir que mientras la disfunción eréctil masculina se puede resumir con la frase: “querer y no poder”, en el deseo sexual hipoactivo femenino podría decirse que es un “poder y no querer”.
Un producto afrodisíaco (que por otra parte no existen) en teoría sería aquella substancia que administrada a una persona le despertara los deseos de tener actividad sexual, según su orientación sexual, y en caso de no tener con quien realizarlo, liberar la tensión sexual acumulada mediante la masturbación.
La industria farmacéutica, verdadero compendio moderno de la antigua alquimia, choca una y otra vez en la misma piedra porque probablemente no valora de forma suficiente la importancia que los factores emocionales, sentimentales, sociales y aún culturales, pueden llegar a ejercer e incluso ejercen de hecho sobre la apetencia, el desempeño y la satisfacción de la sexualidad femenina. La disfunción más frecuente en la pareja heterosexual a cualquier edad, es la discrepancia en la apetencia sexual de hombres y de mujeres y se agudiza alrededor de los 45 años en las mujeres, coincidiendo con el declinar esteroideo ovárico.
Para poder entender las razones de todo ésto es menester que recordar por donde discurre la sexualidad humana, especialmente la heterosexual matrimonial (o al menos en pareja). Partamos de la base de que toda persona nace sexuada, es decir, con pulsiones sexuales que precisa satisfacer periódicamente. La secreción hormonal gonadal proporciona el impulso y la apetencia sexual; pero luego es el cerebro el que las regula, las modera, las frena, las desvía o permite satisfacer, en función del código social y moral que rige la mente del individuo, de su voluntad y de su libertad. Todo ello es mucho más que lo instintivo, mucho más complejo que lo simplemente hormonal pues afecta a la cultura, a la educación, a la moral a veces, a lo heredado incluso.
Cada persona genera una cantidad variable de energía libidinal por la que es más o menos “fogosa”, explicándolo en términos coloquiales. Esta particularidad no tiene mucho que ver con la virilidad o la femineidad del individuo. Ambas están en relación, más bien, con la inclinación o la dirección hacia la que se orienta esa energía; sea hacia su mismo sexo o hacia el sexo contrario (ésa sería la identidad u orientación sexual). La líbido (el impulso sexual, la pulsión libidinal, en términos psicoanalíticos) procede de la esencia misma del individuo y constituye una porción más o menos grande de la energía vital del mismo. El impulso sexual no tiene una correlación directa con las tasas de hormonas sexuales en sangre. La administración exógena de hormonas sexuales, especialmente testosterona, pueden incrementar el impulso, pero lo que no logra cambiar es la orientación sexual.
En la menopausia se produce un descenso muy importante en la secreción hormonal como consecuencia del agotamiento de la actividad de ambos ovarios. También el hombre, con la edad, sufre un paulatino declinar en la producción hormonal por el testículo, aunque parece que es mucho más gradual y no comienza sino hasta más allá de los 55 años como media.
La fisiología sexual “impone” (¿siempre?, cabria preguntarse) la necesidad biológica de liberar periódicamente esa energía, con la frecuencia con que a cada cual se lo demande su organismo, para el mantenimiento de la salud física y sobre todo psíquica. En ambos sexos, pero especialmente en el hombre, este desahogo llega a constituir un hábito, una costumbre, que tiene mucho de aprendizaje. Así, cada hombre, para sentirse cómodo, precisa eyacular con una periodicidad determinada, que salvo enfermedad u otros problemas que le ocupen la mente, mantendrá casi invariablemente hasta, por lo menos, la década de los 70 años. Sin embargo la apetencia sexual de la mujer es mucho más sutil y variable porque está muy condicionada por el ciclo ovárico, su ritmicidad hipotalámicamente regulada y por la fisiología reproductiva: menstruación; ovulación; fase premenstrual (síndrome premenstrual; dismenorrea) y con el embarazo, puerperio y lactancia. Por otro lado, el paulatino agotamiento del capital folicular y su déficit en la producción de Estradiol, conllevan la aparición del síndrome climatérico (SC) que se manifiesta con intensidad muy variable de unas mujeres a otras, en la peri y posmenopausia. El 80% de las mujeres que manifiestan diferentes grados de SC, lo sufren hasta dos años antes de ocurrida su menopausia.
Todas estas circunstancias biológicas, en mayor o menor medida, producen un impacto psicológico y emocional de tal envergadura que alteran de forma muy importante la actividad sexual de la mujer a lo largo de su vida. Los condicionantes de vivir en pareja modulan, modifican o empeoran estas circunstancias por las dificultades añadidas de la propia convivencia. La historia de cada pareja, su devenir en el espacio y en el tiempo, su cultura de compartir, sus respetos y sus enfrentamientos al lo largo de su existencia común, pueden modular culturalmente todas esas modificaciones de sus propias sexualidades de forma tan importante como los cambios hormonales a los que nos referíamos.
ENERGÍA LIBIDINAL Y CLIMATERIO.
No es tan importante la cantidad de energía libidinal que genere una persona, cuanto que esa energía encuentre cauces fluidos de liberación desde sus comienzos. Un individuo vivirá tanto más crispado, obsesivo y atormentado, cuanto mayor sea la líbido que su organismo produzca y más obstáculos le ponga (le pongan) para su normal efusión. Esa energía, hasta cierto punto se puede desviar o emplear en otras actividades a través de la sublimación, utilizando de nuevo el lenguaje psicoanalítico. La líbido con la que a cada uno le ha dotado la madre naturaleza cabe liberarla de forma fisiológica, con la frecuencia con que cada cual lo necesite, con deleite, sin asco, temor o culpa. Por el contrario, se puede tratar de reprimirla, domeñarla o desviarla. Que se haga una u otra cosa, genera hábitos y pautas de conducta de capital importancia para la salud física y psíquica del individuo, lo cual redundará sin duda alguna sobre la vida social y privada del sujeto. No olvidemos que, finalmente, lo que sucede en el climaterio suele ser la consecuencia de lo que cada mujer ha vivido acerca de su salud sexual en los treinta o cuarenta años previos e incluso antes, durante su infancia y en la época del descubrimiento de su ser sexuado.
La sexualidad es impulso y es instinto, pero en el ser humano también es una forma de comunicación, una suerte de socialización de las conductas y constituye un juego, que puede llegar a hacer de él un arte, un gesto rutinario, o un acto de vileza o de oprobio. Como tal juego, precisa de afición, de entrenamiento, de recreación y de gusto. Si al sexo no se le hace lugar en la vida de un joven, cuando su personalidad está fraguando, es difícil que lo encuentre, lo disfrute y lo goce en la edad adulta.
El sexo es un juego cuyos fundamentos deberían aprenderse en la pubertad. Quien en esa etapa de la vida ha recibido mucha represión y ha ejercido sobre su cuerpo un férreo control, crece y se desarrolla poco sexuado o por el contrario, neuróticamente obsesivo del sexo. En nuestra cultura (en prácticamente todas, seguramente), es bien sabido que la represión sexual se ha ejercido con más intensidad sobre la mujer. Por ello, en nuestro medio, la mujer es menos proclive que el hombre a resolver su tensión sexual mediante la masturbación. El desinterés por el sexo inculcado a la mujer, junto a la gran ignorancia sobre el funcionamiento de su propio cuerpo, origina múltiples problemas en su vida adulta y en sus relaciones sexuales de pareja. Son muchas todavía las mujeres que acceden al matrimonio siguiendo una “ley de vida”, sin que el sexo tenga para ellas el más mínimo atractivo, si acaso, como trámite imprescindible para engendrar. La mayoría de las mujeres, al menos hasta hace bien pocos años, se sienten desde bien jóvenes, acosadas y desbordadas por la apetencia sexual de sus parejas y por la imperiosa y obsesiva necesidad de los hombres de penetrar, frotar y eyacular. Afortunadamente, esa situación es cambiante en función de los cambios culturales que la sociedad en democracia produce también en los individuos y en sus relaciones sociales.
Cada vez son menos las mujeres que acepten sin protestar el llamado “débito conyugal”. Pero muchos ginecólogos declaran haber observado en sus consultas muchas mujeres que estaban muy orgullosas de no haberse negado nunca a complacer los requerimientos sexuales de sus maridos.
Muchas personas relacionan la actividad sexual exclusivamente con la juventud, de modo que ejercida o realizada después de determinada edad, adquiere una denostada connotación de actividad viciosa, insana y aún peligrosa para la salud. Para ellas, existiría una verdadera “jubilación sexual” una vez acontecida, por ejemplo, la menopausia. A ello contribuye a veces, la incomprensión, distanciamiento, cuando no crítica, sobre la supuesta actividad sexual de los abuelos por parte de sus nietos o, lo que es aún peor, por parte incluso de los hijos. La mayoría de los hombres aspiran a practicar el sexo lo más posible y casi todos se conformarían con poder hacerlo “ad libitum” por lo menos hasta los 65 años. Sin embargo las mujeres, salvo las entusiastas del sexo -que son las menos- estiman una buena edad para retirarse de esos menesteres, cuando llegan a la menopausia. Esa actitud, lejos de natural o de conveniente, es origen a veces en exclusiva de muchas disfunciones eréctiles masculinas que tiene su origen en el abandono progresivo de la actividad amatoria a partir de ese acontecimiento.
El sexo, como actividad física y psíquica que es, cabe desde no realizarla nunca, hasta practicarlo periódicamente o con frecuencia, con sosiego o con apasionamiento y violencia. No tiene una edad de comienzo ni de final. Nos acompaña toda la vida, pues nacemos y nos desarrollamos indefectiblemente sexuados; otra cosa es que se le preste toda la atención que merece. Su uso, goce y disfrute no dependen tanto de la edad o del estado físico general de la persona, sino de la relevancia que haya tenido en la vida del sujeto y de la sensación global que de él guarde. Es primordial que se tenga al lado la persona que motive, estimule y provoque. Lo cierto es que “cuanto menos se hace, menos apetece”. Los achaques, las enfermedades crónicas y sus tratamientos médicos, las intervenciones quirúrgicas, la yatrogenia a veces son en muchas ocasiones determinantes en la interrupción de una actividad sexual rítmica y satisfactoria que después, frecuentemente, ya no se recupera. Sólo el gusto, la afición y el reconocimiento de los beneficios que reporta a la persona y a la pareja, permiten buscarlo y satisfacerlo, superando todo tipo de obstáculos y dificultades.
Hombres y mujeres tienen en general un concepto y una vivencia del sexo absolutamente dispares, si no contrapuestos: en el hombre predomina la genitalidad; en la mujer la emoción y el sentimiento. En el hombre prima el sentido de la vista, en la mujer el oído. El sexo para el hombre puede (suele) convertirse en una rutina, para la mujer es un acontecimiento, salvo que en su rol de esposa, contemple como lo más natural el “débito conyugal”. Así, siendo el coito un acto sexual / reproductor, la mayoría de los hombres hacen de él, el acto sexual por excelencia, no contemplando otras alternativas, con lo cual los problemas de erección en el hombre y de coitalgia en la mujer adquieren tanta trascendencia a partir de los 50 años. Se ha afirmado que los genitales femeninos no son un instrumento de percusión, sino de cuerda; así, son más receptivos a la caricia suave que al aporreamiento inmisericorde, por más que la pornografía para consumo masculino así lo presente.
DISFUNCIÓN SEXUAL PERICLIMATÉRICA.
Se ha mencionado que la disfunción más frecuente en la pareja heterosexual, a cualquier edad, es la discrepancia en la apetencia sexual de hombres y de mujeres, y se agudiza en la cuarta década de la vida de la mujer. Esto produce un tremendo desconcierto en muchos hombres, con buena relación de pareja, que se sienten atraídos y estimulados por sus mujeres, que no quieren buscar fuera de casa la satisfacción a sus necesidades, pero que se ven demasiadas veces rechazados o esquivados. Muchas mujeres dicen prestarse periódicamente a realizar el acto sexual “por pena” o “por lástima”. Los hombres quieren que ellas participen con entusiasmo y eso sí que ya “es pedir demasiado”, según algunas. Hay mujeres que se defienden diciendo que desearían sentirse seducidas, cada vez. A lo que los hombres responden que el sexo así se convierte en la consecución de un logro, por el esfuerzo requerido y lo magro de los resultados: el orgasmo dura apenas unos segundos y frecuentemente ni se comparte con la compañera que cedió al deseo masculino sin otra participación.
Sea como fuere que se considere es preciso recordar que, afortunadamente, la Naturaleza nos ha hecho autosuficientes, sexualmente hablando: sólo hay que necesitarlo, darse permiso, soltar la imaginación y disfrutarlo. Nadie tendría que sentir incomodidad, sentirse incómodamente “salido” o irritable, sin necesidad de tener que mendigar, pagar o exponerse a mayores complicaciones. Como bien dice el refrán castellano: “Comer y rascar, todo es empezar”.
De todas maneras, es un hecho que la sexualidad femenina es muy compleja, con más resortes que un telar, por lo que es altamente improbable que los nuevos alquimistas farmacéuticos encuentren o diseñen alguna vez ese producto mágico que ponga a una mujer como joven excitada, independientemente de su realidad y de su circunstancia vital. Pensamos así que el único afrodisíaco que funciona en la mujer, hoy por hoy, es el AMOR. Profesionalmente todos hemos tenido la oportunidad de ver los “milagrosos” efectos del amor sobre órganos “secos y atrofiados” por la falta de estrógenos o, simplemente, por la falta de uso.
fuente:neyro.com
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MENOPAUSIA,
SALUD SEXUAL
miércoles, 11 de enero de 2012
LA DISFUNCION SEXUAL EN LA MUJER
Muchas mujeres no disfrutan del sexo por problemas graves. Sus parejas deben saber qué son las disfunciones sexuales antes de juzgarlas.
Normalmente, cuando la mujer evita el sexo, se resiste a gozar o lo hace tan rápido para cumplir y adiós, la pareja piensa muchas bobadas, desde el clásico “tiene otra persona” hasta el peligroso “me odia”, “me repudia” o “le doy asco”. Lo cierto es que algo de lo anterior puede haber (nada garantiza que la mujer de nuestro corazón nos desee de la misma manera), pero también pasa –y cada vez más– que estemos frente a un problema serio al cual no se presta atención.
Normalmente, cuando la mujer evita el sexo, se resiste a gozar o lo hace tan rápido para cumplir y adiós, la pareja piensa muchas bobadas, desde el clásico “tiene otra persona” hasta el peligroso “me odia”, “me repudia” o “le doy asco”. Lo cierto es que algo de lo anterior puede haber (nada garantiza que la mujer de nuestro corazón nos desee de la misma manera), pero también pasa –y cada vez más– que estemos frente a un problema serio al cual no se presta atención.
“Yo soy así”, decía ella, armada contra su derecho de sentir. “Ten los orgasmos tú, eso me hace feliz”, decía ella, ilusa, ignorando que el orgasmo propio se hincha cuando tu acompañante también lo vive, minutos antes, en simultáneo o después del tuyo. “Ya disfrutaste, ahora déjame en paz”, decía ella, en el grado más alto de apatía, sin presumir cómo su apatía golpeaba, justo allí.
La disfunción orgásmica es un tema serio. En su grado primario –o más grave–, se da cuando una mujer nunca ha tenido un orgasmo. Entre el 10 y el 15% de mujeres no ha vivido la fabulosa experiencia de sentirlo.
Cuando ella ha tenido orgasmos en el pasado (no con otro, sino en otro tiempo), pero ahora no puede, nos enfrentamos a una disfunción secundaria. Muy frecuente, muy poco atendida. Ella opta por resignarse pensando en que hay cosas más importantes.
De acuerdo con información de la University of Iowa, entre el 33 y el 50% de las mujeres están insatisfechas con la frecuencia de sus orgasmos.
LAS CAUSAS:
- Antecedentes de abuso sexual o violación.
- Aburrimiento y monotonía en la actividad sexual.
- Algunos fármacos de venta con receta, como flouxetina (Prozac), paroxetina (Paxil) y sertralina (Zoloft).
- Trastornos hormonales, cambios hormonales debido a la menopausia y enfermedades crónicas que afectan la salud general y el interés sexual.
- Trastornos médicos que afectan la inervación a la pelvis (como la esclerosis múltiple, la neuropatía diabética o alguna lesión de la médula espinal).
- Actitudes negativas hacia el sexo (normalmente aprendidas en la niñez o en la adolescencia).
- Timidez para pedir cualquier tipo de estimulación que funcione mejor.
- Conflictos o falta de cercanía emocional dentro de la relación.
- Aburrimiento y monotonía en la actividad sexual.
- Algunos fármacos de venta con receta, como flouxetina (Prozac), paroxetina (Paxil) y sertralina (Zoloft).
- Trastornos hormonales, cambios hormonales debido a la menopausia y enfermedades crónicas que afectan la salud general y el interés sexual.
- Trastornos médicos que afectan la inervación a la pelvis (como la esclerosis múltiple, la neuropatía diabética o alguna lesión de la médula espinal).
- Actitudes negativas hacia el sexo (normalmente aprendidas en la niñez o en la adolescencia).
- Timidez para pedir cualquier tipo de estimulación que funcione mejor.
- Conflictos o falta de cercanía emocional dentro de la relación.
DATOS
- El tratamiento a cargo de un especialista puede involucrar educación, terapia conductual cognitiva y otros.
- La mayoría de las mujeres requiere la estimulación del clítoris.
- Una serie de ejercicios de pareja para practicar, comunicación, una estimulación más efectiva y el jugueteo pueden ayudar.
- La mayoría de las mujeres requiere la estimulación del clítoris.
- Una serie de ejercicios de pareja para practicar, comunicación, una estimulación más efectiva y el jugueteo pueden ayudar.
fuente:peru21.pe
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